Reseña: Björk – Vulnicura (2015)

Björk (Vulnicura)Hay artistas que a través de sus propuestas logran impactar tanto en el oyente interesado en sonidos “experimentales” como en gente poco acostumbrada a proyectos poco ortodoxos. Podemos pensar en Mike Patton, Frank Zappa, John Zorn, o Björk. Es que la cantante islandesa a través de su mezcla de Electrónica y Pop cautivó a propios y extraños, ya sea por la naturaleza ecléctica de su música o por su particular voz (o por las dos cosas).

Björk ha sabido reinventarse a lo largo de los años, dando diversos giros en su propuesta pero sin perder la esencia que la caracteriza. Sin embargo, en los últimos lanzamientos el aspecto musical se fue simplificando, reciclando elementos que le funcionaron en discos anteriores y reduciendo la experimentación. Así vimos pasar a Volta y Biophilia, que a pesar de ser entretenidos y a la vez sinceros en sus respectivas propuestas, denotaban un cierto estancamiento en el aspeco musical.

A diferencia de la mayoría de los trabajos de la cantante islandesa, en Vulnicura lo que predomina es una temática muy personal. La separación con su esposo afectó su visión para este disco, y tanto líricamente como musicalmente se puede apreciar que es un disco con mucha carga emocional. La atmósfera que se respira es densa, sombría, y lúgubre en líneas generales. Desde el primer minuto nos damos cuenta de que este no es un álbum precisamente “feliz”.

Para este trabajo Björk decidió utilizar como principal herramienta a los instrumentos de cuerda, siendo los violines prácticamente los únicos encargados del aspecto melódico aparte de la voz, mientras los beats electrónicos manejan el aspecto rítmico. También se pueden encontrar algunas líneas de teclado rellenando los espacios y añadiendo densidad al tramado instrumental. En el apartado vocal no encontramos tanta dinámica como de costumbre, pero no estamos hablando de una mala performance. El asunto es que las composiciones apuntan a un uso más moderado del espectro vocal, a un costado más “arrastrado” e introspectivo, donde Björk no puede jugar tanto con las intensidades y su potencia vocal.

Vulnicura resulta ser bastante homogéneo en el aspecto compositivo. En la mayoría de los temas la premisa es un ritmo lento, aletargado, donde la línea melódica es llevada por las cuerdas, que tira notas largas y sin muchas ideas pregnantes. Los beats manejan la rítmica sutilmente, apareciendo en un segundo plano alejado de las cuerdas. Por encima de todo esto, la voz camina despacio, muy despacio. A Björk le pesan las palabras, guiando a todo el rebaño instrumental por un camino desolado. La intensidad sube pocas veces, casi siempre en la sección media de los temas debido a que se aceleran los beats, mientras el resto queda prácticamente igual. El trabajo de las cuerdas en estas secciones no suele diferir mucho de lo que hacen en las partes lentas, lo que genera una dualidad: la intensidad aumenta, pero este cambio no tiene impacto. Luego de esas subidas se vuelve al estado original, por lo que dinámicamente con el pasar del tiempo todo va resultando plano y un tanto monótono, como si se tratara de una marea calma donde las olas aparecen muy de vez en cuando, y sin fuerza suficiente como para incitarnos a salir del agua.

Los temas no son malos, pero la repetición de fórmulas hace que en conjunto el disco se torne predecible y la suma de minutos tampoco juega a favor. Se termina sintiendo que sobran compases, que todo el peso del trabajo está en cuánta densidad pueden generar los violines antes que en la dirección compositiva, que la voz de Björk no tiene peso, que los temas no van a ningún lado. En su afán por generar un ambiente oscuro y reflexivo, dejó que ese concepto se llevara el disco por completo. Es como si en ese estado de depresión y tristeza se hubiese aferrado a su propio sufrimiento, volviéndose autoindulgente. Ni siquiera los últimos temas del álbum que muestran un poco más de variedad (tanto melódica como rítmica) pueden ocultar el hecho de que en el fondo la fórmula es la misma que en el comienzo, que el letargo sigue ahí. El “estancamiento” que mencioné al principio del artículo desaparece por la reinvención en los elementos instrumentales, pero aparece un escollo mucho peor: el estancamiento creativo a la hora de componer.

Al final de la travesía de casi una hora, Vulnicura es un disco que requiere paciencia, que tiene temas buenos (“Black Lake”, “Mouth Mantra”, “Family” son buenos ejemplos) pero que en conjunto resulta pesado, plano y autocomplaciente. Un ejemplo de que a veces el concepto absorbe a la música con resultados desfavorables.

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